Alexander Sheversky
Pido que dispongas de mí
Piensa que soy tu agua o la fruta del sol en tu avidez
Quiero que me devores suavemente
como a una franca miel, como a una hostia envenenada.
Elizabeth Azcona Cranwell
Alexander Sheversky
Pido que dispongas de mí
Piensa que soy tu agua o la fruta del sol en tu avidez
Quiero que me devores suavemente
como a una franca miel, como a una hostia envenenada.
Elizabeth Azcona Cranwell
Debe quedar (tiene que quedar)
algún rincón de selva
alguna isla pacífica, desértica
un lugar
con cierta intimidad para besar la tierra.
De pronto, sientes un croar de ojos burbujeando,
granadas,
sobre tu espalda.
Es la noche
con sus labios
abrazada a tus venas.
Se abre el cielo
-sarcófago de fresca turmalina-.
Despiertas con la luna en tu espalda,
vastas lenguas de plata,
mejillas al sol,
falanges florecidas:
has llegado a la corteza.
Tus uñas tiemblan versos hasta henchirse de carmines.
El cielo es un retazo encriptado en tus manos.
Mañana la luna se cerrará en tus pupilas.
Mañana será tiempo de eclipses.